Vivimos
tiempos difíciles pero, afortunadamente, también creativos. Y se abren
constantemente nuevos y más felices horizontes: Dios aprieta pero no
ahoga.
Surgen
como manantiales nuevas formas de solventar los desafíos a que nos
somete sin descanso el cambio de circunstancias y situaciones vitales.
Pocas están en el momento justo y en el lugar adecuado como la Gimnasia
Rítmica y Expresiva de Base Yoga y Plástica Griega, más conocida y
difundida hoy con el nombre de una de sus formas: Centros de Energía.
Nació
en Occidente, en tierras sudamericanas, rescatando el lenguaje más
antiguo y universal para comunicarnos y expresarnos: la danza, el
movimiento grupal al son de la música. Sin importar el color de la piel,
ni el sexo, ni las creencias, ni las lenguas, ni la geografía, ni la
edad, permite expresar lo profundo y personal y lo que nos produce la
realidad histórica que nos ha tocado vivir.
Comunicarnos
y curar “expresando” heridas que nos infligen exigencias sociales que
no cuentan con el padecimiento del hombre y la mujer reales, el
sufrimiento de millones y millones de individuos en el día a día del
tiempo de que disponemos para transitar esta tierra.
En
1946, un año después de las explosiones atómicas, Susana Milderman,
bajada de su pueblo natal a la gran urbe de Buenos Aires, queriendo ser
bailarina, encalló en los sufrimientos corporales, resultado de las
nuevas condiciones de la vida urbana: sin espacio para la plenitud
física, arrojados a vivir en inmensos conglomerados incrustados en medio
del cemento y la tecnología y sus frutos más deplorables, la
contaminación del aire que respiramos y de la acústica que nos priva del
silencio.
Llevados
al sedentarismo físico de ver cubiertas todas las necesidades vitales
por las comodidades de la vida moderna, que al mismo tiempo, ¡oh
paradoja!, deja huellas dolorosas en cuerpos que ya no se sabe para qué
sirven, además de sentarse ante el televisor o el ordenador; o para
llevar puesta una inmensa cabeza que termina devorando al resto de las
maravillosas y bellas dotes de nuestro ser total: el que ama, goza y se
siente parte de esta maravillosa naturaleza. Y como ella cuerpos
maltratados y amenazados de degradación y contaminación.
Y
la llamita encendida por Susana fue descubrir que no era necesario
mutilarse -como le ofrecía la medicina de la época- operando su columna
vertebral; o paralizando su cuerpo y la vida con chalecos de yeso,
prometedores sólo de futuras y nuevas castraciones. La misma danza le
revela una alternativa: que el movimiento grupal al son de la música,
dejando salir las emociones que despierta, produce efectos “mágicos”,
curando definitivamente males como los que padecía. Los “extrae” de su
anclaje en el cuerpo si les dejamos recorrer el camino inverso hacia la
conciencia y “expresarse”.
Podemos
rescatar nuestra energía “hipotecada” en el cuerpo en forma de
contracturas y enfermedades. ¿Cuántas veces hemos necesitado retroceder
ante los desafíos de la vida? En una segunda oportunidad podemos
afrontar ese paso peligroso de confrontarnos con nuestro propio submundo
obscuro. Como sucede con el fantasma amenazante bajo la sábana blanca:
al quitarla no hay nada, sólo se trataba de dejar penetrar la luz.
Vivimos
torcidos, ulcerosos, enfermos, por no soltar la mochila de pasados
sufrimientos padecidos y “amorosamente” conservados, como inseparables e
indispensables compañeros de ruta en este “valle de lágrimas”. Pero
hacía falta para descubrirlo que en el tiempo y lugar adecuados un grupo
humano danzara la música moviéndose juntos en resonancia, vibrando sus
cuerpos en igual registro. Y luego, durante largos años, que ese grupo
originario convocado apostara por la experiencia con todas sus vidas
implicadas en ello. Hasta corroborar sin lugar a dudas la legitimidad
del hallazgo.Y luego sumarán el recurso del Masaje Energético Profundo
al del Movimiento Expresivo.
Día
a día, con el alborozo de cada paso dado adelante en lograr una mejor
calidad de su salud física, lo descubren como un camino permanente de
crecimiento para toda su persona. Y llegado el punto de madurez de lo
que empezaba a constituirse en un cuerpo de conocimientos que podía
ponerse como sistema al servicio de más gente, Susana se despide del
núcleo originario invitándoles a hacer su propio recorrido en la
dirección de la experiencia fundacional, acorde con sus posibilidades y
propia personalidad. Numerosos centros y formas diferenciadas van
brotando como un alegre y prolífero bosque y se multiplican y difunden
con una savia común, enriquecidas por quienes se sienten posteriormente
llamados a ese camino.
Y
es nuestro humilde aporte y nuestra manera de caminar en la dirección
de cooperar al nacimiento de una nueva humanidad que se sabe Una y
ligada a la suerte de la Tierra. Recuperando nuestro ser naturaleza a
partir del cuerpo, que es la partecita del planeta que somos y está en
nuestras manos. Planeta Tierra que nos espera amorosamente a que
decidamos seguir adelante evitando la catástrofe destructiva que a veces
creemos inevitable, y que sin embargo es algo tan sencillo como que
sólo se trata de vivir permitiéndonos ser felices.