jueves, 19 de diciembre de 2013

¡VIVIMOS PESE A TODO! (O GRACIAS A TODO)

Vivimos tiempos difíciles pero, afortunadamente, también creativos. Y se abren constantemente nuevos y más felices horizontes: Dios aprieta pero no ahoga.
Surgen como manantiales nuevas formas de solventar los desafíos a que nos somete sin descanso el cambio de circunstancias y situaciones vitales. Pocas están en el momento justo y en el lugar adecuado como la Gimnasia Rítmica y Expresiva de Base Yoga y Plástica Griega, más conocida y difundida hoy con el nombre de una de sus formas: Centros de Energía.

Nació en Occidente, en tierras sudamericanas, rescatando el lenguaje más antiguo y universal para comunicarnos y expresarnos: la danza, el movimiento grupal al son de la música. Sin importar el color de la piel, ni el sexo, ni las creencias, ni las lenguas, ni la geografía, ni la edad, permite expresar lo profundo y personal y lo que nos produce la realidad histórica que nos ha tocado vivir.

Comunicarnos y curar “expresando” heridas que nos infligen exigencias sociales que no cuentan con el padecimiento del hombre y la mujer reales, el sufrimiento de millones y millones de individuos en el día a día del tiempo de que disponemos para transitar esta tierra.

En 1946, un año después de las explosiones atómicas, Susana Milderman, bajada de su pueblo natal a la gran urbe de Buenos Aires, queriendo ser bailarina, encalló en los sufrimientos corporales, resultado de las nuevas condiciones de la vida urbana: sin espacio para la plenitud física, arrojados a vivir en inmensos conglomerados incrustados en medio del cemento y la tecnología y sus frutos más deplorables, la contaminación del aire que respiramos y de la acústica que nos priva del silencio.

Llevados al sedentarismo físico de ver cubiertas todas las necesidades vitales por las comodidades de la vida moderna, que al mismo tiempo, ¡oh paradoja!, deja huellas dolorosas en cuerpos que ya no se sabe para qué sirven, además de sentarse ante el televisor o el ordenador; o para llevar puesta una inmensa cabeza que termina devorando al resto de las maravillosas y bellas dotes de nuestro ser total: el que ama, goza y se siente parte de esta maravillosa naturaleza. Y como ella cuerpos maltratados y amenazados de degradación y contaminación.

Y la llamita encendida por Susana fue descubrir que no era necesario mutilarse -como le ofrecía la medicina de la época- operando su columna vertebral; o paralizando su cuerpo y la vida con chalecos de yeso, prometedores sólo de futuras y nuevas castraciones. La misma danza le revela una alternativa: que el movimiento grupal al son de la música, dejando salir las emociones que despierta, produce efectos “mágicos”, curando definitivamente males como los que padecía. Los “extrae” de su anclaje en el cuerpo si les dejamos recorrer el camino inverso hacia la conciencia y “expresarse”.

Podemos rescatar nuestra energía “hipotecada” en el cuerpo en forma de contracturas y enfermedades. ¿Cuántas veces hemos necesitado retroceder ante los desafíos de la vida? En una segunda oportunidad podemos afrontar ese paso peligroso de confrontarnos con nuestro propio submundo obscuro. Como sucede con el fantasma amenazante bajo la sábana blanca: al quitarla no hay nada, sólo se trataba de dejar penetrar la luz.

Vivimos torcidos, ulcerosos, enfermos, por no soltar la mochila de pasados sufrimientos padecidos y “amorosamente” conservados, como inseparables e indispensables compañeros de ruta en este “valle de lágrimas”. Pero hacía falta para descubrirlo que en el tiempo y lugar adecuados un grupo humano danzara la música moviéndose juntos en resonancia, vibrando sus cuerpos en igual registro. Y luego, durante largos años, que ese grupo originario convocado apostara por la experiencia con todas sus vidas implicadas en ello. Hasta corroborar sin lugar a dudas la legitimidad del hallazgo.Y luego sumarán el recurso del Masaje Energético Profundo al del Movimiento Expresivo.

Día a día, con el alborozo de cada paso dado adelante en lograr una mejor calidad de su salud física, lo descubren como un camino permanente de crecimiento para toda su persona. Y llegado el punto de madurez de lo que empezaba a constituirse en un cuerpo de conocimientos que podía ponerse como sistema al servicio de más gente, Susana se despide del núcleo originario invitándoles a hacer su propio recorrido en la dirección de la experiencia fundacional, acorde con sus posibilidades y propia personalidad. Numerosos centros y formas diferenciadas van brotando como un alegre y prolífero bosque y se multiplican y difunden con una savia común, enriquecidas por quienes se sienten posteriormente llamados a ese camino. 

Y es nuestro humilde aporte y nuestra manera de caminar en la dirección de cooperar al nacimiento de una nueva humanidad que se sabe Una y ligada a la suerte de la Tierra. Recuperando nuestro ser naturaleza a partir del cuerpo, que es la partecita del planeta que somos y está en nuestras manos. Planeta Tierra que nos espera amorosamente a que decidamos seguir adelante evitando la catástrofe destructiva que a veces creemos inevitable, y que sin embargo es algo tan sencillo como que sólo se trata de vivir permitiéndonos ser felices.